martes, 27 de marzo de 2012

¡NO PASES POR AHÍ ¡

A manera de cuento. En aquellos tiempos sembraban el temor los adultos a los niños, pero era con el deseo que no se metieran en problemas mayores, así fueran los más mínimos. Si sabían por tradición oral, que en un lugar determinado algo pasaba a tales horas del día o de la noche, los familiares cercanos le decían al niño. ¡No te pases por ahí, porque espanta, sale un señor con bordón, una gallina con pollitos, una marrana con marranitos, un perro con cadena un mono sin cabeza o un viejo regañón.
 La muerte en acción.

Los niños obedientes, atendían el llamado; mientras que los incrédulos, desafiaban el miedo y si no les salía nada, se aventuraban a cosas mayores o a retirarse a distancias lejanas. Así, fueron perdiendo el miedo, para bien o para su desgracia persona, pues cuando se les aparecía algo fuerte, como un toro en brama, una zorra desafiante, una bestia mular con bufidos nocturnos, un coyote aullando estremecedoramrnte,… regresaban a esconderse sobre las cobijas, las faldas de mamá, la esquina de la casa o con sus mayores y no regresaban al campo solos jamás, si no eran acompañados de  alguien que le brindara seguridad.  
Los padres, hermanos, familiares que los acompañaban a pasar por los lugares peligrosos y les comentaban de las leyendas, los iban preparando para la vida y les decían que podían pasar con mucho cuidado, lo mismo que podían quedarse en las parcelas o serranías, pero que no tuvieran miedo, pues antes se habían quedado con ellos y les enseñaban los peligros, los bufidos o ruidos de los diferentes animales del campo o nocturnos y qué se debería hacer en casos comprometedores, como prender la lumbre con mucho cuidado y ponerle piedras alrededor para que no se fuera y de ésta manera no se acercarían los animales capaces de atacar.
En otros casos, te decían. ¡No pases por ahí!, porque es peligroso, te pueden picar los jicotes, ahí está una jicotera y te friegan como a mí, y mostraban el cachete hinchado o algunas otras partes del cuerpo donde fueron atacados, algunos chamacos nos reuníamos y con ramas cortas, nos acercábamos a la jicotera y que friega nos ponían los jicotes, pero jicote que picaba a un compañero le echábamos montón y lo matábamos, otros se escapaban, pero los muchachos más aventados le echaban lumbre a la jicotera y poco a poco se iban terminando los jicotes de las calles cercadas con piedra bola o paredes de adobe viejo, lugares preferidos de los jicotes. Recuerdo a Vence Silva, Hilario Ríos Reyna, Artemio Pérez, Felipe Pérez, José Reyna Tejada, entre otros que les gustaba torear y terminar con las jicoteras de la calle nueva o de algún lugar cercano, claro que cuando llegábamos a nuestras casas nos preguntaban si nos habían picado los jicotes y en caso de ser cierto;…. ¡Te lo dije que no pasaras  por ahí, pero no entendiste ahora te aguantas! 
 El jicote.

En ese tiempo eran los jicotes, colmenas, coyotes, espantos, víboras cascabel, corredoras o coralillos,… y ahora los ciudadanos de ambos sexos  y sin importar las edades, debemos tener cuidado de no pasar por ahí, estamos expuestos a los eventos inesperados que se presentan continuamente a lo largo y ancho del territorio nacional y la necesidad de salir a trabajar, estudiar y otras actividades cotidianas, no nos permiten atender el llamado, cuando nos dicen: ¡No pases por ahí! Porque no sabemos dónde está la jicotera. Res non verba.
P. D. Por este conducto le doy las gracias a todos los que asistieron a la presentación de mi libro “En busca de la tumba del Lic. Y Gral. Antonio Canales Rosillo 1802-1869”, en el Museo Regional de Historia de Tamaulipas, del 22 Bravo y Allende de ciudad Victoria, Tamaulipas, el pasado 14 del presente, por supuesto que fue un éxito. Muchas gracias por su presencia.

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