Ramiro Trejo Torres es originario de la Villa de San Juan de la Maquinaria, nació el año de 1932, sus padres fueron Cristino Trejo Torres y Jovita Torres Pacheco. Ramiro creció en el seno de una familia modesta integrada por sus hermanos Cristin, Elisa, Simón y Oscar Trejo Torres.
Su padre Cristino venia de una familia compuesta por: Juan, Feliciano, Federico y Maria Trejo Torres. Los abuelos paternos de Ramiro se llamaron Aciano Trejo Torres y Simona Torres. Comenta don Ramiro Trejo Torres que su juventud fue muy tranquila, pues su padre era un carpintero conocido que hasta los 14 años de edad, siempre le ayudo a su padre en la carpintería, pues no le gusto la agricultura por que tenia otras inquietudes.
Comenta con una sonrisa de satisfacción que a la edad de 14 años ya sabia manejar el carro de carga de la cooperativa de consumo de la propia villa, seria como el año de 1946. Fue entonces cuando empezó a salir de Miquihuana a Victoria, Tula y San Luis Potosí.
Después trabajò con el señor Luciano Amaya en un camión de carga y en seguida con Nieves Alcocer, viajando a Monterrey a vender muchas tunas y por supuesto que era mucha friega, pero lo paseado quien me lo quitaba.
En 1952 decidí unir mi vida sentimental con Simona Martínez Chávez y Dios nos dio la oportunidad de enviarnos a nuestros hijos: Rosa Maria, Manuel, Ramiro, Osvaldo, Jovita, Arscenia, San Juanita y José Ángel Trejo Martínez. Ellos son nuestra adoración.
La gente de Miquihuana y la región son agricultores, carpicultores, ganaderos en poca escala, algunos realizan trabajos de carpintería casera, pero Don Ramiro manifiesta que su padre era carpintero y en algunas ocasiones le ayudaba, la agricultura no le gustó, pero el volante de un carro era su pasión y fue así como después de manejar carros de los dueños del pueblo, solicitó trabajo en la empresa de Emilio Tamez, empezando a conducir una camioneta cerrada con bancas adentro, de Miquihuana a Palmilias y Bustamante, la camioneta era colorada hormiga y en ella empecé a trasladar gente, de los municipios que recuerdo con mucho cariño.
Después me dieron un camión grande (autobús) que decía “Transportes del Norte”, para hacer el mismo recorrido, Miquihuana, Palmillas, Miquihuana y Bustamante. Continua platicando Don Ramiro: mire cuando uno es chofer de autobús suceden muchas cosas, unos pasajeros traían dinero, otros no completaban, pero tenían que viajar, no faltaba quien te pagara con un billete grande a propósito o por ser el único a unos maestros les fiaba al fin que todo era seguro y además los pasajeros cargaban con el cochino, gallina, tunas, bueno se querían traer todo, parecía que ya no iban a volver,…
Así duré trabajando varios años hasta que un día en la cuesta de Fray Juan, se ponchò una llanta y en los trabajo de cambiarla me lastimé la columna vertebral, le di parte a mis superiores, me dejaron ahí en la oficina, pero me sentía muy malo y le dije al patrón que me pasara a Monterrey para que me atendieran, pero le daba largas al asunto, hasta que un amigo me dijo, “no te van a mandar a ninguna parte, por que no tienes seguro”, (tal vez fue el contador) por que estas registrado como ordeñador de vacas y no como operador de vehículo. Al escuchar tal cosa, me dio mucho coraje, le reclame al patrón, y para contenerme me dijo que me fuera a donde tenia unos camiones yonqueados y que sacara piezas y las vendiera.
Le respondí: ¿Si para que después me acuse de robo y me mande al bote verdad? Mejor ahí nos vemos,… y le aventé el trabajo de ordeñador de vacas, siendo un chofer experimentado. No le digo,… la gente rica es chueca, cuando quiere, pero otros son buenos patrones y honestos, pero ya deben quedar muy pocos.
Después de estos achaques, me regresé a mi pueblo, la Villa de Miquihuana a vivir tranquilamente y feliz, puse un taller mecánico hace mas de 18 años y aquí estamos echándole ganas.
Remembranzas
Don Ramiro, es recordado por varias personas en los municipios de Jaumave, Palmillas y Bustamante, un servidor lo trae a la memoria como un chofer bien sentado frente al volante, que llegaba a Bustamante metiéndose el sol y varia gente esperando al familiar que seguramente llegaría o simplemente para ver quien llegaba al pueblo, y fuera conocido o novedoso, después veía a Felipe Llamas Alfaro, hacer el aseo del camión o autobús que venia muy “guacareado” – huacala, estoy hablando de los años 1969 – 1973.
Para terminar la entrevista con Don Ramiro me dice….
En tiempos del gobernador Horacio Terán Zozaya, pero cuando andaba de candidato (1950) y gobernador (1951-1957), me mandó don Nieves Alcocer con su camión de redilas hasta Valle Hermoso y también al Acerradero con 15 gentes, por un camino muy feo, fui el primero que llegué hasta esos lugares. Después irían Galdino Leija con otro camión de Don Nieves Alcocer y Miguel Rangel con el “rayo” propiedad de don Carlos Rangel.
En los caminos se encontraba uno con diferentes pasos difíciles, de Miquihuana a Palmillas estaban: El charco Puerco, el arroyo de Gaspar, el Potrerito, el Plan de flores y la entrada a Bustamante (el Colorado), la Joya de Santos y la subida de San Francisco. De Pamilias a Capulín: Una subida que estaba antes de llegar a los Arrieros y la subida al Capulín donde estaba una noria, ahí nos daba la mano don Ticho, velador o en carga del rancho. De Capulín a Bustamante: Fray Juan y el arroyo Colorado antes de llegar al pueblo.
Cuando llegábamos ir a Tula y San Luis a dejar trigo, en el arroyo del ahorcado pasábamos sobre unos rieles, pues el arroyo tenia como 3 o 4 metros de ancho y 5 o mas de profundidad, por lo tanto teníamos que atinarle a los rieles, de no ser así no la contaríamos.
De Palmillas a Victoria el paso de Valdez, las Enramadas, el Paso de la vaca, la curva de la Florida, los atascaderos de la Florida, el paso de Monterredondo, ahí nos atascábamos entre la arena, un señor nos rentaba o prestaba una viga que metíamos debajo de las muelles y levantábamos el carro de carga con la ayuda de la gente, otro paso difícil era la Ceja, el Sotol, llegábamos a Jaumave y de ahí a Victoria: La Ciénega, el callejón de Don Elías, el arroyo del coyote, palo alto el Rió Chihue; en 1955 lo pasé y me llegaba el agua hasta las orejas, llevaba 200 cajas de tunas, a entregar, para pasar engrasaba el distribuidor y los cables para que no se mojaran, cuando pasaba el rió, le erre a la pasada, pero un amigo de la Lagunita se metió con todo y pantalón y se lo llene de tunas, entonces le dije: Te doy otra caja de tunas y metete entre el agua y dime para donde le doy al volante, entonces me dijo, déle para atrás y sendéreselo, y así fue como Salí del problema, de gusto le di otra caja de tunas para que pasara un cable hasta el otro extremo, Galdino iba conmigo, quiso pasarse por el cable pero no pudo, otros hombres lo ayudaron, esa ocasión se ahogo mucha gente. El maestro Tito Mata y otros dos maestros los llevaba arriba de las redilas del camión y también a Galdino Leija y Anastasio Lumbreras iban conmigo, dentro de la cabina Francisco Uresty.
Después del Chihue: Los puentes de vigas se ponían muy resbalosos en tiempos y además eran muy angostos pues mojada la madera y angosta era peligroso, también La Joya Verde y antes de llegar a Victoria el Rió San Marcos, pero con menos peligro. Esa ocasión no regresamos por donde mismo, nos fuimos a Monterrey, luego a Saltillo, Matehuala, Dr. Arroyo y llegamos a casa (Miquihuana) por la perdida.
Los transportes de la gente a los diferentes lugares me traen bonitos recuerdos, pero contaré una anécdota de Bustamante. Ahí me lleve muy bien con los Trejo, nos decíamos parientes, en ocasiones llevaba barras de hielo y nos perdíamos haya por la curva cantando y tomando, otro día me regresaba desvelado y crudo, pero la mejor vivencia fue cuando me fui a unas peleas de gallos y perdí todo el billete, pero cuando estaba triste, llego el amigo Sotero con un gallo golón y me dijo: Juégalo para que se reponga, como cosa perdida que lo juego y que va ganando el gallo golòn, con aquello y un préstamo de la enfermera te Tedormira Rodríguez salve la cantidad que debería entregar a los patrones, que tiempos aquellos, saludos para mi amigo Soltero donde quiera que se encuentre. Res non verba
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